Por Héctor Hernández Murcia
Bogotá.- En el coctel, que se llevó a cabo la semana pasada en el piso octavo del Club El Nogal, al nororiente de Bogotá, con motivo del Empresario del Año, el tema no era tanto el premiado.
El murmullo, entre varios de los presentes, tenía como protagonista a un hombre de “negocios”, a alguien que había prometido a un círculo cerrado y selecto de amigos muy divinamente la multiplicación de sus inversiones.
Las conversaciones eran en modo sotto voce y se desarrollaban de tal manera que no se salieran mucho del círculo por el temor de que si llegaban a oídos de las autoridades todos los inversionistas se quedaban sin el pan y sin el queso.
La pregunta que se hacían varios de los asistentes al coctel era qué tan viable resultaba poder recuperar los entre $30.000 millones y $40.000 millones que se le habían entregado al “midas” para multiplicarlos como lo venía haciendo desde hace varios años.
Lo que al comienzo fue un negocio de no más de 10 amigos, consistente en poner una plata para que «midas» la utilizara en un lote de cabezas de ganado para engorde. Las ganancias que dejara la venta del ganado ya engordado, se repartían entre «midas» y el inversionista (50%-50%).
Según conocedores del negocio, la rentabilidad que «midas» le garantizaba al inversionista estaba por encima del 20% anual.
«Midas» es un gran conocedor de ganado. Es ni más ni menos que el hijo de Felipe Rocha Marulanda, el dueño de la reconocidísima ganadería Achury Viejo, que fue fundada en 1933 por su padre Benjamín Rocha Gómez, de familia procedente de las Islas Canarias, de España.
Achury Viejo fue la ganadería de buena parte de las corridas de toros de la Plaza La Santamaría, ubicada en el centro de la capital de la República.
El «midas» se llama como su padre Felipe Rocha, un egresado del colegio Anglo Colombiano, de donde ha construido buena parte de su círculo de amigos y de su negocio.
La operación de Rocha de recibir dinero de sus amigos para invertir en ganado de engorde, empezó a crecer de manera orgánica, entre amigos de los amigos. Ya algunos egresados del Colegio Nueva Granada. Apellidos Hernández o Rodríguez no se deben ver por ahí. Todos de la crema y nata de la alta sociedad bogotana. En cambio, apellidos como Santos, de de nombres Esteban o Nicolás, sí.
Era un negocio bastante cerrado, al que la autoridad no tenía acceso. Era un tema de amigos. Pero el número de inversionistas amigos empezó a crecer. De 10 pasó a 20. Luego a 40. Más tarde a 60 y en estos últimos días se supo que superaba los 80 «amiguis».
El problema estuvo en que Felipe Rocha ya no estaba comprando ganado para invertir sino que estaba usando el dinero de los nuevos inversionistas para pagarle la rentabilidad a los antiguos. Mejor dicho, empezó a parecerse a una pirámide, al estilo del nada bien recordado Bernard Madoff.
Todo marchaba aparentemente bien hasta cuando de boca en boca, un amigo le preguntaba al otro: «¿a usted ya le pagó Felipe?». Y el «a mí todavía no» empezó a proliferar hasta pasar por varias de las conversaciones del Club El Nogal de la semana pasada.
Obvio, como era un tema cerrado de gente divinamente, difícilmente podía estar enterada la Superintendencia Financiera de Colombia, la cual tiene prohibidos negocios como los de Felipe Rocha, porque se constituyen en una captación ilegal de dinero.
Los amigos de Felipe enterados de que de «midas» no le quedaba nada, han tratado de contactarlo para entrar a negociar y que les devuelva la inversión con los activos suyos o los de su familia.
Hasta el momento, que se conozca, Felipe Rocha no ha llegado a acuerdo alguno con ninguno de los inversionistas amigos. Sin embargo, el papá, Felipe Rocha Marulanda, ha manifestado a personas cercanas que está dispuesto a vender parte de su patrimonio, dentro del cual está la ganadería Achury Viejo, para pagarle a los inversionistas. Hasta ahí va la cosa. Esta historia continuará.
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