Por Héctor Mario Rodríguez
Bogotá.- A comienzos de 1987 una despampanante rubia, Giselle Jaller, llegó a pedir empleo como gerente de oficina en el Banco de Caldas. Una atrayente minifalda, un par de hermosas piernas, una sugestiva sonrisa y las recomendaciones de dos generales de la Policía no demoraron el trámite para su nuevo empleo.
Su carrera como banquera fue en ascenso. Rápidamente atrajo clientes de la comunidad judía y la sucursal Pepe Sierra del Banco de Caldas se convirtió en la preferida del pequeño banco. Un año y medio después, precisamente el 31 de agosto de 1988 abandonó su cargo en medio de la extrañeza de sus clientes y allegados.
Un día después la estrella de la banca pasó a trabajar en el Banco de Crédito y Comercio de Colombia como gerente de la sucursal Chicó. Nuevamente allí llegó con una hoja de vida impecable: 29 años recién cumplidos, nacida en Beirut, Líbano, con su popular minifalda, recomendaciones de trabajo impecable en el Banco de Caldas y con una peculir forma de sentarse que rompía no sólo el corazón de sus entrevistadores.
Giselle Jaller Jabbour llegaba no sólo con todos esos atributos, sino también con una hoja de vida en la que constaba que era esposa del capitán Hernando Cano Castaño, ayudante del Comando General de la Policía, y con dos recomendaciones personales, una del entonces comandante general de la Policía José Ghuillermo Medina Sánchez, y otra del subcomandante de la Policía, brigadier general Octavio vargas Silva.
A los pies de la recién llegada cayó el banquero paquistaní Mohad Shadid Murtaza, quien un año después salió del país intempestivamente cuando estalló el escándalo mundial del BCCi por ser el banco más corrupto del mundo. De inmediato le asignó la sucursal Chicó del Banco de Crédito y Comercio y la popularidad de esa oficina fue muy notoria también.
Cuatro meses y medio después nadie quería salir del banco en el Chicó. Nadie pedía sobregiros por teléfono sino que iba personalmente a solicitarlos y por supuesto, los directivos de las empresas desplazaron a los mensajeros para realizar sus consignaciones en el Banco de Crédito y Comercio del Chicó.
Pero en la segunda semana de diciembre de 1988 quien no quería estar en el banco era Giselle Jaller Jabour. Un buen día un directivo del BCCi llegó a la oficina de la señora Jaller a preguntarle por el preocupante aumento de los sobregiros de la sucursal. No la encontró y se dio a la tarea de buscar las carpetas de los clientes que más sobregiros reportaban. No aparecieron y la secretaria de la gerente dijo que las carpetas estaban donde los clientes porque estaban colocando su huella dactilar.
El directivo regresó a su oficina y una hora después le comunicaron telefónicamente desde la oficina de El Chicó que los sobregiros habían sido cubiertos. Todos creyeron entonces que se trataba de un simple malentendido. Sin embargo faltando pocas horas para terminar el año algunos clientes como Incelt, Manufacturas Ajover, Pronaltex, Inaltex, llamaron a los directivos del banco para quejarse porque según los saldos de sus cuentas, les faltaban varios millones.
Y no se trataba de una inocentada. Una rápida, claro que tardía, verificación de la contraloría interna, descubrió que varios millones hacían falta y que la señora Jaller se había ido de vacaciones de fin de año. La investigación permitió descubrir que los millones habían sido retirados de las cuentas de los clientes y habían ido a cubrir los sobregiros detectados en diez cuentas corrientes dos semanas antes.
A la vez las diez cuentas corrientes habían sido creadas por la señora Jaller con nombres ficticios desde que recién llegó al banco. Una mirada a sus saldos permitió concluir que las cuentas habían sido manejadas por sobregiros aprobados por ella y que más de 60 millones de pesos habían salido en cheques girados al banco de Caldas, apenas pocos días después de ella haber llegado al BCCc.
Una indagación más profunda a comienzos de 1989, estableció que en agosto de 1988 el Banco de Caldas había detectado que Giselle Jaller se había quedado con más de 60 millones de pesos de sus clientes. En lugar de denunciarla ante las autoridades, los directivos del banco le dieron la oprtunidad, ante los ruegos de ella, de taparles el roto. ¿Quién se iba a negar ante semejantes piernas?
Cuando ella llegó al Banco de Crédito y Comercio, abrió las cuentas ficticias, les aprobó sobregiros y cubrió el faltante del Banco de Caldas. Durante cuatro meses se dedicó a hacer maromas para que no la descubrieran, pero en diciembre todo estalló. El Banco de Crédito y Comercio demandó al Banco de Caldas. El apoderado fue el hoy procurador Jaime Bernal Cuéllar y en junio de 1990 el Banco de Caldas fue condenado a pagarle el dinero al BCCc y la Jaller fue condenada a 51 meses de prisión por los delitos de hurto agravado, falsedad y estafa.
La Jaller huyó del país, pero dos años después estaba de regreso. Adoptó la identidad de su hermana Rolla Jaller y con sus especiales atributos, las recomendaciones ya citadas y un Mercedes negro último modelo y cinco escoltas, llegó al Ministerio de Defensa a pedir contratos que le fueron concedidos de inmediato. Se dispuso a dotar de raciones de campaña a 100 mil soldados del Ejército, mientras dotaba de comisiones y encantos a varios generales, coroneles y civiles del Ministerio de Defensa, el Ejército y el Comando General de las Fuerzas militares.
Su firma Inter Terra, como era previsible, incumplió el contrato por más de $700 millones, mientras el Banco ganadero también denunciaba un faltante de otros $900 millones. Cuando estalló esta denuncia que hice entonces en la revista Dinero, ella pareció, desde Miami, donde recientemente había adquirido un lujoso apartamento de medio millón de dólares, para denunciar que giró varios millones a generales y coroneles desde la sucursal del Banco del Estado calle 100 y desde la del Banco Ganadero en Indumil. Todos quedaron perplejos cuando ella aseguró que todos usaron Rolex a cambio de concederle los contratos. La hermana de la Jaller estuvo detenida hasta que se comprobó su inocencia. Giselle Jaller fue llamada a juicio a responder por los delitos de falsedad personal, falsedad en documento privado en concurso homogéneo y sucesivo, fraude procesal y peculado por extensión en la modalidad de apropiación.
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